Mensaje de bienvenida

Hola a todos/as, os doy la bienvenida a mi blog que espero que os guste.

Es el primero que hago y el tema que elegí fue el de la Adolescencia porque pienso que es un tema muy importante ya que el día de mañana, cuando seamos Educadores Sociales, entre otros alumnos, tendremos a jóvenes y adolescentes con problemas de integración social y con las ideas un poco desordenadas.

Os invito a participar en él aportando comentarios y opiniones para que entre todos podamos sacar conclusiones e ideas.

¡¡Un saludo!!
Cynthia


miércoles, 24 de noviembre de 2010

El miedo a la libertad. Educación en la confianza

La autoridad ha de exhibirse lo menos posible. Cada vez que se emplea se expone a un riesgo y sufre un desgaste. Tan grave es no usar de la autoridad cuando es preciso hacerlo, como emplearla de modo tan reiterado que acabemos por perderla.
Esto supone aprender a hacerse el despistado de vez en cuando, exponerse a ser engañado en cosas de poca importancia con una ingenuidad sólo aparente antes que mantener ante los jóvenes una actitud de desconfianza o recriminación constantes.
Son precisamente las actitudes desconfiadas las que hacen al chico de diez o doce años adiestrarse en la técnica de la mentira.
No es bueno
manifestar incredulidad:
la educación debe basarse
en la confianza.

Jóvenes reunidas en un parque

No se debe prestar demasiado oído a la acusación. Desechad las sospechas injustas. La confianza ayuda a que le duela sinceramente haber defraudado. Crear un ambiente de libertad en el que se sienta a sus anchas sin estar rodeado de controles, y el buen ejemplo rendirá sus frutos.
La libertad no está reñida con la autoridad y la disciplina, sin las cuales será muy difícil que cada cual pueda, sin herir a otro, gozar de libertad de movimientos o de expresión.
Mala cosa sería que el chico se acostumbrara a oír repetir una determinada orden varias veces. Así, cada día tardará más en obedecer, y en muchas ocasiones ni siquiera llegará a hacerlo.
No es nada educativo, por ejemplo, llamarle cinco veces para que se levante, la última con suficiente tiempo todavía para llegar holgadamente al colegio. Si el chico no es obediente, es mejor llamarle a la hora en que se le exige que se levante.
                                                          
A veces la crisis de autoridad en la proviene de que se desautorizan mutuamente unos a otros ante el chico. Se echa la culpa a otro, o a otros, pero no se busca el acuerdo de todos para poner remedio.
Es preciso ponerse de acuerdo para convenir una solución sobre el modo de actuar en cuestiones concretas. Hará falta, como siempre que intervienen dos o más personas en una decisión, que cada uno ceda en algo de su idea inicial para lograr un acuerdo sin imposiciones.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Aprender a mandar, enseñar a obedecer

En muchos casos, el éxito de la autoridad ante el chico de esta edad está más en cómo se manda que en lo que se manda. El modo de mandar es lo que hace que valore esa autoridad de los padres  educadores, más que la importancia de lo que dicen.
Ejemplos:
Al proponerle que haga algo, no puede darse la sensación de mandar por comodidad personal y, mucho menos, con aire de señor feudal sobre sus siervos. Es bueno que vea que nos molestamos nosotros primero. Y como el ejemplo arrastra, aceptarán así mejor el mandato. Si ven que papá ayuda a mamá en las tareas domésticas, él entenderá que debe hacer lo mismo sin necesidad de que nadie se lo explique.
Lo que mandemos ha de ser razonable. Y si es posible, que también lo parezca. A esta edad suelen ser muy razonables y un esfuerzo, un sacrificio incluso, será aceptado de buen grado si desde el principio se considera como una condición precisa para la buena marcha de algo (de la vida familiar, por ejemplo).
Otra regla básica del ejercicio de la autoridad es no multiplicar las órdenes o prohibiciones. Y más aún si se tratara de exigencias casi imposibles de cumplir.
 
Hay que mandar
lo que razonablemente

se pueda exigir.
Y en esto debemos ser realistas, pues las personas necesitan de cierto entrenamiento, necesitan aprender, y eso requiere tiempo.

Al tener el chico, como ya hemos dicho, un profundo y vivísimo sentido de la justicia, sufre mucho cuando piensa que sus padres o educadores actúan injustamente.

"Nadie engaña impunemente a un niño", dice Courtois. Los que emplean la mentira se desautorizan.

Si actuamos con rectitud, no será preciso mentir. Todo tendrá su explicación natural.

La mentira,
además de inmoral,
es mala aliada
e indica pobreza de recursos.

No basta
con ser justo,
también es preciso parecerlo.

Piensa también que
no debe hacerse promesa
que no se piense cumplir,
ni amenaza
que no se quiera luego ejecutar.