En muchos casos, el éxito de la autoridad ante el chico de esta edad está más en cómo se manda que en lo que se manda. El modo de mandar es lo que hace que valore esa autoridad de los padres educadores, más que la importancia de lo que dicen.
Ejemplos:
Al proponerle que haga algo, no puede darse la sensación de mandar por comodidad personal y, mucho menos, con aire de señor feudal sobre sus siervos. Es bueno que vea que nos molestamos nosotros primero. Y como el ejemplo arrastra, aceptarán así mejor el mandato. Si ven que papá ayuda a mamá en las tareas domésticas, él entenderá que debe hacer lo mismo sin necesidad de que nadie se lo explique.
Lo que mandemos ha de ser razonable. Y si es posible, que también lo parezca. A esta edad suelen ser muy razonables y un esfuerzo, un sacrificio incluso, será aceptado de buen grado si desde el principio se considera como una condición precisa para la buena marcha de algo (de la vida familiar, por ejemplo).
Otra regla básica del ejercicio de la autoridad es no multiplicar las órdenes o prohibiciones. Y más aún si se tratara de exigencias casi imposibles de cumplir.
Hay que mandar
lo que razonablemente
se pueda exigir.
Y en esto debemos ser realistas, pues las personas necesitan de cierto entrenamiento, necesitan aprender, y eso requiere tiempo.
Al tener el chico, como ya hemos dicho, un profundo y vivísimo sentido de la justicia, sufre mucho cuando piensa que sus padres o educadores actúan injustamente.
"Nadie engaña impunemente a un niño", dice Courtois. Los que emplean la mentira se desautorizan.
Si actuamos con rectitud, no será preciso mentir. Todo tendrá su explicación natural.
La mentira,
además de inmoral,
es mala aliada
e indica pobreza de recursos.
No basta
con ser justo,
también es preciso parecerlo.
Piensa también que
no debe hacerse promesa
que no se piense cumplir,
ni amenaza
que no se quiera luego ejecutar.
interesante lo que dices sobre todo eso de que no no se debe prometer ni a un niño ni a un adolescente algo que luego no se va a cumplir y la verdad eso es algo que hacen muchos padres. El problema es que si al niño siempre se le dice que si y no se cumple nada de lo dicho aprende a desconfiar y a no creerse nada de los que digan sus padres.
ResponderEliminarPor desgracia hay muchos padres que no se dan cuenta de que una promesa para su hijo es una ilusión y que si no se le da lo que le prometen el niño se lleva un gran chasco. El padre para consolarlo le dice que ya lo harán otro día y así no con una sola cosa sino con más. El niño llega a un punto en el que ya pasa de todo y poco a poco va perdiendo la ilusión. El resultado de esto, es que el niño desconfía de las promesas y empieza a pasar de los padres.
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